Filosofía

Los momentos perdidos los podemos recuperar, ya que merece la pena vivirlos y después retratarlos como si fuese ayer para poder disfrutarlos al máximo.

lunes, 23 de febrero de 2015

Te divisé a lo largo de la playa...

Pisando las piedras a lo largo de la playa, sintiendo las olas que acariciaban mis tobillos, el pelo me tocaba la cara con tempo preciso y sin control, mientras que yo miraba de vez en cuando al fondo de la playa y te divisiva intermitentemente. No podía ver más allá, no podía estar atenta más que en ir a la arena, aunque tu me seguías esperando en el mismo punto desde donde empecé mi camino hacía ti.


Creo que llevaba tres kilómetros, pero eso no me importaba, no estaba cansada, solo frustrada de no conseguirte, de poder tocarte, de no respirar el mismo aire que tú, de no estar en tus brazos y no poder irnos, para seguir otro camino diferente. Tú me dijiste que aunque bailase con el viento, podría pisar y posarme en cosas que no me gustaban, pero que siguiera adelante pase lo que pase. Yo recordé esa frase y se me llenaron los ojos de lagrimas, me caí redonda a las piedras, que cuando hinqué la rodillas, se me entumecieron y no podía levantarme. Me temblaba todo el cuerpo y no me dejaba de llegar información de todas partes. No podía seguir, ahora mismo las olas no me acariciaban los tobillos, ahora me venían a arrastrarme con ellas y a no soltarme, porque querían que me dejara llevar. Era algo muy extraño, porque seguía anclada a él, algo me decía que me tenía que levantar para seguir ese camino y conseguirle. Pero no podía, estaba tumbada viendo las nubes pasar, como me acunaban las piedras con el agua, cuando se acercaba con tanta fuerza. Me mojaban entera, pero no sentía ni frió ni calor, solo estuve allí tumbada durante un buen rato, escuchando las olas cuando rompían hacía a mi, todavía sentía el entumecimiento en las piernas y la tristeza que me invadía. Creo que fueron tres días los que me pasé viendo las nubes pasar, el sol caer y la luna aparecer. Me parecía tan cotidiano, que seguí un día más allí tirada, pero esta vez dormida.

Cuando abrí los ojos, te vi a mi lado quitándome las algas del pelo, besándome la frente, acariciándome las mejillas y tendiéndome la mano. Me levanté, me miró y al instante me abrazó. Cuando abrí los ojos, estaba en la arena, él seguía a lo lejos, pero mas cerca que antes. Yo estaba seca, con un vestido vaporoso de color blanco y un sombrero grande, de color beige. Él, estaba de blanco y le divisaba con la mano tendida para que llegase. Seguí andando, notaba la arena templada, el mar estaba en calma, no rozaba más allá de las piedras y mis pies lo agradecían. Estuve inspeccionado la arena y jugando con ella con los dedos de los pies. Solo sabía que este nuevo tacto me gustaba, pero que no podía seguir estando segura, porque me podía costar más que las piedras llegar hasta él o que apareciera algo que no me dejase continuar.

Me cogí el vestido con las dos manos y empecé andar, solo quería conseguir mi meta, solo quería llegar, aunque estuviera pasando mal, porque sabía que faltaba poco y que no me podía rendir.